jueves, noviembre 02, 2006

De la apolítica y sus variedades

Existe un sector poblacional apolítico que se siente igual que aquel que tiene un clavo en el “culo” eternamente, así se apoye donde se apoye no está cómodo. El problema de esto es que, si aquel sector poblacional se va ampliando, vamos hacia un alarmismo en aumento parecido al que con el caso de la seguridad se vive en los Estados Unidos. Entrando en el tema: partiendo de la idea de que es imposible que con ningún partido político actual nos sintamos identificados al 100%, sí es posible atisbar una serie de elementos prioritarios acordes con nuestra escala de valores, si es que la tenemos. Pues una persona del siglo XXI no puede pensar que todo lo que no encaja con nuestras expectativas es sinónimo de una derrota ideológica del partido afín y, en consecuencia, alejarse de la política. Del mismo modo que, en un estado democrático consideremos inoportuna cierta tendencia al liberalismo económico o a la retirada de esculturas que pertenecen o recuerdan a una época triste de la historia de un determinado país donde hubo humanos que sufrieron barbaridades.

Por ello, si la conclusión a este tipo de situaciones es la apolítica, ganan una serie de valores como el conformismo, la radicalidad como medio para alcanzar cualquier fin, la irracionalidad o el egoísmo.

Quien considere que un partido político X no debe retirar aquellos elementos de la urbe que recuerden o rememoren determinada época abominable de un país, su lugar no está en un estado democrático. Al igual, aquellos que pretenden que el mismo partido X no aplique una política económica liberal (aunque aquí podríamos introducir matices debido a los diferentes modos de liberalismo existentes, unos más feroces y otros mucho menos) tampoco deben vivir y beneficiarse de las ventajas de un estado democrático (tomémoslo en la teoría porque en la práctica tiene deficiencias).

En mi día a día aparecen numerosos síntomas de apolítica preocupante, desde aquellos que me cuentan su desesperanza en la política debido a determinadas medidas tomadas como a aquellos radicales que hacen daño a través de pancartas o insultos en foros diluyendo su responsabilidad debido a que están sumergidos en un grupo o a que están en el mar cibernético.

En mi opinión, la política se da en los mercados, en las juntas de vecinos, en los centros cívicos, en el tejido asociativo, en las facultades y leyendo libros, entre otros. Eso sí, teniendo claro que el que muestra una idea ha de mostrarla de frente, sin ocultaciones ni evitaciones, buscando el enfrentamiento dialéctico en el debate del día a día, mostrando a los que se han apropiado, de forma inadecuada, del acto de “hacer política” que tienen más de un motivo para preocuparse por hacerlo bien.